martes, 30 de abril de 2013

Claves teológicas de la enseñanza del fundador del Opus Dei



Reproduzco la información que ha enviado hoy mismo a sus abonados la agencia de noticias Zenit.





ROMA, 30 de abril de 2013 (Zenit.org) - Acaba de publicarse el tercer y último volumen de Vida cotidiana y santidad en la enseñanza de san Josemaría. El conjunto de esta obra, que supera las 1.800 páginas, constituye la primera exposición teológica completa del mensaje del fundador del Opus Dei.
La presente obra en tres volúmenes expone teológicamente el mensaje de san Josemaría. Los autores, Ernst Burkhart y Javier López Díaz, profesores de Teología en Roma, han podido valerse de todos los escritos del fundador del Opus Dei, tanto los publicados como muchos aún inéditos, para llevar a cabo este estudio que despliega ante el lector un panorama de santidad y de apostolado y un ideal de transformación del mundo hasta ahora poco conocido.  
Los dos volúmenes anteriores vieron la luz en 2010 y 2011. En el primero, el lector encuentra un recorrido histórico sobre la vocación y misión de los laicos, y tres capítulos sobre la finalidad última de la vida cristiana: la gloria de Dios, el reinado de Cristo, la edificación de la Iglesia por la santificación y el apostolado. Los temas del segundo volumen no son menos centrales: la filiación divina sobrenatural, la libertad de los hijos de Dios y el amor y las demás virtudes teologales y humanas de un hijo de Dios. El conjunto de estos temas compone una imagen del cristiano como “otro Cristo”, o más aún, con expresión de san Josemaría, “el mismo Cristo”, porque el cristiano ha de afirmar con san Pablo: “no soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí” (Gálatas 2,20).
El tercer volumen, recién publicado, aborda primero la santificación del trabajo profesional y de la vida familiar y social; después, la lucha por la santidad y, finalmente, los medios de santificación y apostolado. Concluye con un epílogo sobre la "unidad de vida", expresión típica de san Josemaría con la que los autores condensan su enseñanza. Como afirmaba el fundador del Opus Dei: "En la línea del horizonte parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria..." (Homilía 8-X-1967, en: Conversaciones, 116).
Juan Pablo II definió a san Josemaría Escrivá como "el santo de lo ordinario", precisamente por su enseñanza sobre la santidad en la vida cotidiana. "Pionero de la espiritualidad laical", lo definió el cardenal alemán Josef Frings. Dios se ha servido de él –escribió el cardenal Ratzinger– para hacer surgir "una fuerza de bien en el mundo" que se caracteriza por la vinculación entre "fidelidad a la gran tradición de la Iglesia, a su fe, con desarmante sencillez, y apertura incondicional a los desafíos de este mundo".
Josemaría Escrivá ha actuado como un despertador, proclamando: que "la santidad no consiste en ciertos heroísmos imposibles de imitar, sino que tiene mil formas y puede hacerse realidad en cualquier sitio y profesión. Es lo normal y consiste en dirigir a Dios la vida ordinaria y penetrarla con el espíritu de la fe" (J. Ratzinger, Homilía 19-V-1992).

lunes, 29 de abril de 2013

El síndrome de la punta de la lengua






Todos lo padecemos, pero los viejos, un poco más.
―Por ejemplo, el nombre de aquel compañero de curso, sevillano, que era tartamudo y explotaba su tartamudez con tanta gracia. ¿Cómo se llamaba? Desde hace diez años, tengo su cara y casi su apodo en la punta de la lengua.
―Aquella canción de Giorgio Gaber, un cantautor italiano comunista de los años 60… Yo la cantaba en voz baja, a escondidas, y todavía hoy me viene la melodía a la cabeza. Pero la letra…, está aquí mismo, en la punta de la lengua.
―Sí, hombre, sí; esa chica que asiste al curso de retiro que he empezado a predicar. La he visto docenas de veces, y ella da por supuesto que la reconozco. Podría consultar la lista; pero no quiero. Además, tiene un apelativo familiar que seguramente no aparece en los papeles. ¿Cómo era? A ver si me miro la punta de la lengua en el espejo…
Sentado en el cuarto de estar, frente a la gran mesa que me sirve de escritorio, veo llover al otro lado de la ventana. Esta mañana el jardín apareció completamente blanco. Al mediodía los copos de nieve seguían cayendo en un vuelo silencioso y constante.
Ahora el agua lo destruye todo y el jardín llora. La nieve se precipita desde lo alto de los árboles. El suelo es un barrizal… Y yo tengo un poema melancólico, o un haiku nocturno, en la punta de la lengua. Ojalá se me cayera sobre el teclado y tomara forma, como les ocurre cada día a los poetas.
Es lamentable: tengo abarrotada la punta de la lengua de poemas que nunca me atreveré a escribir.


Sigue nevando, palabra.



En vísperas ya del puente de mayo, sigue nevando en Molinoviejo. Hoy prevén los augures una temperatura "máxima" para Ortigosa de 2 grados. La mínima, ni se sabe.
¿Volverán las oscuras golondrinas?
El jardín está blanco. Los copos, enormes, bailan en mi ventana. Hay que adaptar los viejos refranes meteorológicos:
"hasta el cuarenta de abril no te quites el mandil. Y en mayo, lo que yo digo: ten a mano un buen abrigo".

El anuncio (o lo que sea) del lunes

En una plaza belga, donde nunca ocurre nada, cuando la ciudad bosteza de aburrimiento, alguien aprieta un botón rojo, y...

domingo, 28 de abril de 2013

Domingo de lágrimas, abejarucos y nieve




Había más ciclistas que abejarucos

El domingo ha empezado con problemas no muy gratos. A veces los curas debemos ser paño de lágrimas y poco más. A eso he dedicado la mañana en Madrid. A las 12,30, con un pelín de angustia en el centro del pecho, le pido al GPS del coche que me lleve a Arroyomolinos, en dirección sur. La excursión ha valido la pena.
He estado con Marta, Rafa y sus dos pequeñajas ―Belén y Carmen―. Me faltaba por conocer a Rafa, un polifacético traumatólogo que me ha deslumbrado con sus extraños y dilatados saberes. Es un médico humanista, como los antiguos, pero, además tiene algo de ingeniero, arquitecto y decorador. Él mismo ha ido haciendo crecer su pequeño chalet de “Coto redondo” hasta convertirlo en un hogar acogedor, muy amplio y amueblado con gusto.
Lástima que no entienda nada de pájaros, porque vive rodeado por una gran colonia abejarucos que anidan a pocos metros de la casa.
Marta, que alardea de no saber cocinar, ha sabido prepararnos una comida exquisita a base de cuscús a la alemana, lubina a la sal y flan de queso. Todo rodeado de croquetas de la abuela y otras delicias semejantes.
En la sobremesa hemos estado comentando un libro de Rafa sobre un “anatomólogo” español del siglo XVI. Se trata de un estudio científico de altura, pero ha editado también una versión llena de láminas ilustrativas, para indocumentados como yo mismo. Me he traído un ejemplar a Molinoviejo. Palabra de honor que me lo leo entero.
En Molinoviejo me recibe la nieve otra vez. Primero, unos copitos ridículos; luego, copazos. Hoy no saldrá el autillo a marcar su territorio.

sábado, 27 de abril de 2013

Juan Enrique Abrisqueta (II)

La foto tiene 2 años exactos. Juan Enrique cumplía 70. Hoy, 27 de abril, cumplirá 72 en el Cielo.


Hace más de un mes los antiguos alumnos de Gaztelueta supimos que nuestro amigo Juan Enrique había fallecido en San Sebastián. Yo di la noticia aquí y busqué por todas partes una fotografía suya para colgarla en el globo. No lo conseguí.
Unos días más tarde, su hija María Teresa me mandó dos fotografías y una larga carta. Como me consta que muchos antiguos alumnos de Gaztelueta leen este blog, no me resisto a reproducir algunos párrafos. Perdonadme los demás lectores, pero, para este globero, Gaztelueta es mucho más que un colegio, y los amigos son lo primero.
“…voy a tratar de ponerle al día. Efectivamente, hace cuarenta y siete años que mis padres se casaron y formaron una numerosa familia de seis hijos; Juan, Teresa, Marta, Javier, Elena y Cristina. Los primeros años vivimos en Bilbao, pero pronto nos trasladamos a San Sebastián, aunque todos somos bilbaínos, como no podía ser de otra manera.
Después de muchos años de esfuerzos, sacrificios y mucho cariño para hacer de nosotros mujeres y hombres de fe, trabajadores e íntegros, cada uno de nosotros fue formando su propia familia. En seis años nos casamos todos y a día de hoy, mis padres tienen ya quince nietos.
A mí me parece normal, pero la verdad es que miro a mi alrededor y pienso en lo afortunada que soy, por tener esta familia. Mi padre nos ha enseñado como ser cristianos coherentes, nos ha dado un enorme ejemplo de lo que es trabajar bien, de que las cosas que de verdad merecen la pena cuestan esfuerzo, era constante y tenaz. Desde pequeños nos enseñó que los que llegan lejos en la vida no son los más listos, sino los más trabajadores y los que se levantan una y otra vez.
Muchas veces cuando me doy cuenta de lo difícil que es hoy día educar a mis hijos, pienso: “si lograra hacerlo como lo han hecho mis padres…”.
El pasado verano, le diagnosticaron en la Clínica Universitaria un cáncer de pulmón. Fue un golpe muy duro. Le operaron en dos ocasiones y la verdad es que se portó como un campeón. Estas navidades le dieron tratamiento de quimioterapia y radioterapia y aunque estaba muy cansado, lo llevó con mucho optimismo. Creo que pensar en su familia, en mamá, en nosotros y en sus nietos, que eran su debilidad, le empujaba a luchar. Pero parece que Dios pensó, que ya había sufrido bastante durante ese tiempo y que estaba muy bien preparado para irse al cielo.
Seguro que sí, y desde allí nos ayudará a todos nosotros. Ya tiene trabajo, porque con todos los que somos…”

viernes, 26 de abril de 2013

Viajar




He empezado a hacer la maleta, una pequeña maleta de ida y vuelta con lo imprescindible para día y medio. Esta noche se desplomarán los termómetros y mañana volveremos a ver la nieve en el jardín.
―¿Estás seguro, colega?
―Completamente. Me lo han dicho los pájaros de la madrugada.
Cuando tenía 16 años lo más emocionante de los viajes era la víspera. Cuando cumplí 25, el vértigo de la velocidad. A los 50, los paisajes: viajar era vivir, y vivir era contemplar. A los 60, el sueño del viajero es la meta. A los 70 uno siempre espera que suspendan el viaje.
―¿Y a los 80?
―Que el chofer me despierte al llegar.

jueves, 25 de abril de 2013

Sueños y erratas




 

Querido don Jesús Urteaga:
Hace cuatro años le escribí una carta llena de recuerdos y añoranzas. Yo estaba en Molinoviejo, aquella casona cercana a Segovia que tan bien conoce, y acababa de enterarme de su fallecimiento. Inmediatamente fui al oratorio ―el antiguo oratorio que tantas veces hemos compartido―  y recé un responso. Luego escribí en un folio limpio las tres primeras palabras de mi despedida: “querido don Jesús”. Como no pude mandarla al Cielo por correo ordinario, la entregué en Mundo Cristiano y me la admitieron a pesar de que desbordé mi página y llené la de enfrente.
Hoy, como ve, recurro a un e-mail algo más breve.
Querido Don Jesús, ¡cumplimos 50 años! ¿Se acuerda? Claro que sí, qué tontería: en el Cielo uno no necesita recordatorios. Y, además, ¿qué son 50 años vistos desde la perspectiva de la eternidad?
Hablo de nuestra revista, de Mundo Cristiano, que ha aguantado medio siglo contra todo pronóstico y sigue viva y joven como en1963.
¿Cómo fue capaz de meterse en este lío, don Jesús? Algo tuvo que ver probablemente el bueno de Javier Ayesta, un periodista joven, brillante y entusiasta, que trabajó con usted en el diseño y lanzamiento de los primeros números.
Usted era sólo un cura que empezaba a ser conocido gracias a la tele. Para mí, por supuesto era mucho más. Siempre pensé que era capaz de sacar a flote cualquier empresa por muy audaz y descabellada que pareciese. En Gaztelueta, cuando usted era el capellán y yo tenía 10 o 12 años ya me deslumbró con su portentosa imaginación que lo mismo le servía para mantenernos fosilizados en clase o en una plática que para organizar una fiesta en la que participara todo el colegio.
Yo pensaba entonces que no había en el mundo otro cura como el mío. Usted me enseñó que se puede ser soñador sin ser utópico; que Dios también sueña y confía en que nosotros hagamos caminar en la tierra esos sueños divinos. Su vida de sacerdote no tuvo otro propósito. Y puso en pie proyectos grandes, ambiciosos. Aprendió a dirigir almas, a encauzar las vidas de aquellos críos del cole, siendo amigo de cada uno sin dejar de ser exigente y animoso. Tanta sabiduría desplegó en aquellos años que cientos de curas aprendimos de usted. Yo, al menos, le he imitado descaradamente.
Cuando dejó el colegio y lo contrataron en la tele, ¿quién podría dudar de que triunfaría? Ahora dirían que fue usted un “cura mediático”. Y lo fue, a fuerza de ser sacerdote a jornada completa.
Y, por fin, “Mundo Cristiano”.
Yo estaba en Sevilla a punto de terminar la carrera de Derecho cuando vi el primer número en un quiosco cerca de la calle Sierpes. Cogí un ejemplar y mientras lo ojeaba, la vendedora me informó:
―Es la revista del curita de la tele… ¿Lo conoces?
―Sí ―respondí―. Desde chico. ¿Y se vende?
―Una jartá
Hasta el último año de su vida siguió siendo el alma de la empresa. Yo le recuerdo ahora en pie, con los papeles sobre un mostrador, como un capitán en su puesto de mando. Fue perdiendo facultades y usted lo sabía. Cuando no estuvo en condiciones de dirigir ni de aportar ideas a la empresa, delegó sus responsabilidades, pero nunca su entusiasmo. No pudimos ni quisimos dejarlo marchar.
Al final se limitó casi a corregir erratas. Con un boli en la mano derecha y las pruebas de imprenta en la izquierda, no se le escapaba ni una.
Usted había aprendido de San Josemaría Escrivá ―y nos lo predicó muchas veces― que la magnanimidad no se vive sólo elevando edificios gigantescos, sino, sobre todo, “haciendo grandes por el amor los pequeños servicios de cada día”.
Fue su última lección. Y nunca me pareció más grande que entonces.





50 años







“Mundo Cristiano”, la revista que fundó Jesús Urteaga, ha cumplido ya 50 años. Hoy he recibido la invitación del director para participar en el fiestón que se celebrará con tal motivo en el Palacio Cibeles de Madrid.
Uno no entiende de estas cosas, pero tengo la impresión de que son muy pocas las revistas que aguantan en la calle tanto tiempo conservando la identidad, la espíritu y el entusiasmo de los comienzos.
Costaba dos  pesetas cuando salió a los quioscos; una miseria, incluso en 1963. ¡Quién me iba a decir a mí, cuando compré el primer número en la calle Sierpes de Sevilla, que unos años más tarde tendría yo también mi columna!
Me ficharon en diciembre de 1992, y allí sigo, rodeado de insignes escritores y articulistas. Creo que escribiré un e-mail a don Jesús Urteaga, que lleva cuatro años en el Cielo, para felicitarle por el aniversario.